TÊTE-BÊCHE. Ramón Mayrata
A comienzos del siglo XXI una vasta red de imágenes en movimiento se despliega y cubre por entero cualquier lugar del planeta. Nadie sabe lo que es cierto y lo que no lo es. Las imágenes nos asaltan y huyen, regresan como las olas, nos franquean e impiden el paso, nos abandonan en otro lugar diferente al igual que puertas giratorias. No nos podemos detener en ellas pues son inmediatamente substituidas por otras. Para lograr llamar nuestra atención han de ser sorprendentes como galernas o atenazarnos la garganta.
Amadeo Olmos contempla su dinamismo y confusión con el sigilo de un gato y tienta a esas imágenes vertiginosas con el silencio de la pintura. Las detiene prodigiosamente. Objetivar las imágenes es una forma de parar el mundo. Desposeídas de su significado, las imágenes permiten componer un universo particular y extraño que reclama que el espectador le dé sentido. Amadeo Olmos no ofrece sentido. No simboliza. Interpela. Lo que miramos nos mira. Hace partícipe al espectador de su perplejidad.
Busca la comprensión del mundo desde el punto de vista plástico, mediante imágenes confrontadas, sin pasión, ni expresionismo, a través de simetría y contraste, con esencial austeridad. Recicla imágenes arrancadas de películas, revistas, periódicos, fotografías, despojándolas de su espesor psicológico y tratándolas como figuras para componer en el espacio. Pinta una hipótesis: los itinerarios paralelos pero mentalmente inversos que reúnen sistemas de representación contrarios; un tiempo y un espacio distintos; un instante y una atmósfera que no siempre se corresponden; personajes situados en momentos diferentes; escalas desiguales, coloraciones irreales, imágenes que se extravían en mundos que no son suyos.
La palabra que expresa este procedimiento puede ser Tête-Bêche. Una expresión filatélica que designa dos sellos impresos en sentido inverso el uno contra el otro, fruto de un error de los clichés de la plancha, que provoca el efecto de un espejo. Como nuestro rostro siempre invertido en el espejo. Su extensión se emplea para designar caminos paralelos en direcciones opuestas. En este sentido la utilizó el escritor Liu Yichang para relatar la historia de un hombre y una mujer que frecuentaban los mismos lugares, sin llegar a conocerse nunca. Intersección de tiempo que inspiró a Wong Kar-Wey su película Deseando amar.
Amadeo Olmos se define en la atención a lo que tiene delante. Con el más vivo fuego de la vista, – escribió Wallace Stevens en Creencias de verano – Todo lo que no es ella, redúcelo a ceniza. Las imágenes se yuxtaponen ante nuestros ojos , como figuras y objetos cercanos que cambian en relación con otros lejanos cuando viajamos por un paisaje .¿Por qué interfiere dos realidades? La interferencia impide pasar por las imágenes deprisa, pues obliga a buscar las relaciones entre los mundos que se afrontan. Los cortes, los cruces, las intromisiones de unas imágenes en otras muestran que nada es objetivo en las mentes contemporáneas. La cultura de nuestro tiempo se asienta sobre imágenes fugitivas, que al encontrarse, en un momento preciso, provocan realidades nuevas no menos reveladoras que cada una de las imágenes por separado.
Son reflejo de la realidad, pero de la realidad suscitada por las interferencias mediáticas, imposible de encontrar en la naturaleza. Se trata de un rechazo de las apariencias y del mundo exterior como lo fue el cuadrado de Malevich.. Imágenes que se enfrentan, a menudo sin contradecirse, puesto que hoy no es fácil hallar imágenes contradictorias, como las que utilizó Richard Hamilton en 1956 al oponer en un célebre collage la brutalidad de la guerra y la ficción de la publicidad. Pues la realidad y su doble coinciden ya que – recordemos la Caja de brillo de Warhol realizada sólo ocho años después – es extremadamente difícil, tal vez imposible, distinguir lo real de lo ficticio.
Amadeo Olmos arroja sus redes y se apropia de imágenes que al distanciarse de su origen adquieren espesor, silencio, perspectiva, todo aquello que deriva de esa distancia. Imágenes que fermentan, irreconocibles, a menudo fragmentadas, alejadas de una significación concreta e histórica. Que el vaso en el calor se fundiría / y que el agua en el frío se volvería hielo,/- escribió Wallace Stevens al referirse a un vaso de agua – demuestran que este objeto es tan sólo un estado,/ uno de los muchos que hay entre dos polos.
Ramón Mayrata